Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1690
Legislatura: 1901-1902 (Cortes de 1901 a 1903)
Sesión: 17 de octubre de 1901
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 37, 826-827
Tema: Desafortunada intervención del Sr. Romero Robledo por querer suspender la sesión

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: Si el Sr. Presidente del Consejo de Ministros me permite un momento, desearía manifestar a la Cámara, en respuesta a las indicaciones del Sr. Romero Robledo, cuáles han sido los motivos de la conducta de la Mesa.

Yo me he encontrado con que en esta cuestión hay precedentes diversos, si bien la mayoría de ellos y los más recientes son de Presidentes de todos los colores y más partidos políticos, que han suspendido las sesiones en casos semejantes, y han vuelto a reanudarlas. Cierto que no ha habido protestas, cierto que la Cámara no ha resuelto; pero he entendido que el deber del Presidente era dejar la cuestión íntegra a la Cámara desde el instante en que un señor Diputado de las condiciones del Sr. Romero Robledo entendía que el estricto derecho era levantar la sesión definitivamente. Por eso el Presidente se atuvo a los precedentes y suspendió la sesión, y después se ha dirigido a todos los jefes de las minorías para que, considerando esto como una cuestión de Parlamento, y sin tener para nada en cuenta la posición del Presidente, que no la entendía comprometida por haberse sometido a estos precedentes, resuelvan lo que estimen conveniente. Espero que al Sr. Romero Robledo satisfarán estas indicaciones, que tienden a poner en absoluta libertad a la Cámara de resolver una cuestión que por primera vez se le presenta.

El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Presidente del Consejo de Ministros tiene la palabra.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Creo yo, en efecto, que al Sr. Romero Robledo no le mueve en esta ocasión ningún interés político; pero declaro que no sé entonces qué interés le mueve, porque S. S. se contradice: empieza por declarar, y esto es verdad, que nos hace falta el tiempo, que debemos aprovecharlo todo lo posible para tratar de gravísimas cuestiones que hay pendientes, y S. S. empieza por hacer que se pierda una sesión sin necesidad ninguna de perderla. ¿Con qué motivo quiere S. S. que se pierda un día de sesión y que esto sirva de precedente para que se pierdan otros días? Pues con el motivo de que no puede abrirse la sesión sin el número de Sres. Diputados que marca el Reglamento. ¿No es esta la causa? Señor Romero Robledo, parece que viene S. S. hoy a la vida política por primera vez. ¿No está pasando esto todos los días, lo mismo aquí que en todos los Parlamentos del mundo? ¿Dónde ha visto el Sr. Romero Robledo que en el momento fijado para abrir la sesión estén los escaños llenos de Diputados? ¿Ha visto S. S. esto alguna vez, ni aquí, ni en ninguna parte? Los Sres. Diputados vienen a la sesión cuando sus ocupaciones se lo permiten, cuando se lo imponen su deber u otros motivos, y sólo cuando los intereses que se tratan en el Parlamento son de gran importancia es cuando se llenan los escaños. ¿Qué Parlamento hay en Europa donde los escaños estén tan completamente llenos como en el Parlamento español cuando se trata de cuestiones graves?

La primera hora suele dedicarse a preguntas, más que de interés nacional, de interés particular, de interés local, que no afectan a la mayoría de los Diputados, y por eso no hay gran prisa en llegar a primera hora. (Muy bien). Es más, S. S. mismo, cuando tiene que ocuparse, como siempre lo hace, de cosas importantes, ¿no pide muchas veces que, en lugar de empezarse la sesión a una hora dada, se empiece a otra (Muy bien), porque le acomoda hablar, por ejemplo, a las cinco de la tarde, en lugar de hablar a las tres? (Aprobación). Y, ¿se le ha ocurrido a nadie que por eso pierda prestigio el Parlamento? ¿Se le ha ocurrido a nadie que eso traiga las consecuencias terroríficas que S. S. ha mencionado? No; hay que poner las cosas en su verdadero lugar; hay que hacerse cargo de la realidad, y ésta no es la que S. S., hasta ahora, no ha pretendido, pero que ahora pretende.

Aún comprendería que S. S. hubiese hecho una excitación para que en adelante haya el mayor número posible de Diputados al abrirse la sesión; eso estaría bien; pero el sistema a que estamos sometidos es un sistema de buena fe, es un sistema de armonía, de conciliación. ¿Sabe S. S. lo que se hace cuando un interés verdaderamente noble impulsa a un Diputado a desear que haya el número de Diputados necesario desde primera hora? Pues advertirlo, decir:"Si no vienen Diputados, pediré que se cuente el número."

Eso sería manifestar un buen deseo; pero S. S. ha ido más allá: no lo ha advertido, pero lo ha pedido; está bien, y eso puede servir de estímulo en lo suce- [826] sivo para que no suceda otro día lo que hoy, que no había número al empezar la sesión y hubo que suspenderla hasta el momento en que se reunió número bastante, y entonces continuó. Está bien, repito, puesto que ya de esa manera queda hecha la advertencia y hecho el requerimiento, pero sin pérdida de ninguna sesión.

Por esto digo que yo no he entendido bien a S. S. porque S. S. está procurando que haya el mayor número de Diputados al abrirse la sesión, y en ese deseo le acompaño y, le acompaña el Gobierno y le acompaña la presidencia de la Cámara. Pero después de esto ya no hay necesidad de más, la advertencia está hecha; yo aconsejo a mis amigos que vengan a primera hora; eso mismo hace el Gobierno, y estoy seguro que harán los jefes de las minorías con sus amigos porque estoy seguro de que tienen el mismo deseo, y ya con esto están conseguidos los propósitos del Sr. Romero Robledo; pero ir más allá, no, porque es ir a un fin que no se armoniza con los deseos de S. S., con aquel deseo que ha expuesto de que tratemos pronto las cuestiones gravísimas que hay que tratar. Y por eso, como no hay nada en el Reglamento que diga que cuando no hay número bastante de Diputados presentes la sesión no se puede celebrar, y como por otra parte la mayoría de los precedentes, o gran parte de ellos, inducen a lo contrario, es decir, a que si no hay número bastante de Sres. Diputados a las tres se empiece la sesión a las tres y media, yo opino de distinta manera que el Sr. Romero Robledo, porque si a las tres no hay bastantes Diputados puede abrirse a las tres y media, toda vez que pueda abrirse la sesión a las tres y estar cumplido con esto el precepto reglamentario con estar sentado el Sr. Presidente de la Cámara en su sillón y esperar a que haya número para celebrar sesión.

¿Se ha equivocado hoy en su cuenta? Pues es una equivocación que puede subsanarse enseguida, esperando un momento más para volver a tocar la campanilla cuando haya número. Así es que yo aplaudo el propósito del Sr. Romero Robledo de conseguir que estén aquí desde primera hora el mayor número de Diputados, y aplaudo sus esfuerzos para conseguirlo: lo que no aplaudo es que, a consecuencia de no haber número bastante a primera hora, perdamos un día, porque así, dejando sentado este precedente, perderíamos hoy, mañana y pasado, y eso va contra los propósitos del Sr. Romero Robledo, contra los propósitos del Gobierno y los de la mayoría, porque el Gobierno y la mayoría desean tanto o más que S. S. que venga aquí la discusión de todos los puntos que S. S. ha tocado esta tarde, y sobre los que yo no quiero decir más, porque no es éste el momento oportuno.



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